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Las misiones en la batalla electoral del 2012

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La batalla electoral entre Capriles y Chávez gravitó en lo Social. Capriles frente al paladín de las misiones sociales.   Parecía que ambos competían sobre quién es el que "da" más soluciones a problemas del pueblo. "Bs 2.500 para el salario mínimo más bono de alimentación", "misiones que incluyan sin exclusión", "misión vivienda Venezuela", "misión a toda vida".     Todas las propuestas atendiendo a derechos constitucionales pero que aparecían como si esos derechos alguien los "da" o las va a "dar"

La imagen que se dio era, que ambas posiciones estaban en el mismo marco cultural. Daban la impresión que, peligrosamente, estaban rondando en una visión cultural que facilita la dominación, la subordinación y que tiende a aniquilar las potencialidades, la energía constructora y transformadora de un pueblo.

Es la cultura que se ha instaurado con el petróleo, que para Venezuela, es como el tipo de sangre O negativo: El dador universal. Es "la plancha de zinc". Son las 100 mil casas por año. La beca alimentaria. Como el vaso de leche. La cultura del dar que ha continuado en el período Chávez, pero potenciada, por la orientación política y por los recursos. Es el "dar" de las misiones. El “dar” sin medida empleos en el sector público. El “dar” financiamiento. El “dar” como enganche electoral.

La cultura del “dar” incluye el competir por quién va a dar más y mejor, aduciendo que se hace por que yo te amo o te quiero. Esa cultura del “dar” es además, personalizada. A ti, como individuo. A ti, fuera de una organización.

¿Que genera esa cultura?

En primer lugar, una solución falsa. No pasa de ser un paño caliente en la vorágine de la inflación, del desempleo, de los salarios mínimos generalizados.

En segundo lugar, un vínculo individualista. "Cada uno", o mejor, "nosotros", no construimos nuestras soluciones.  No las dan como individuos aislados.

En tercer lugar, ese proceso del "dar" promueve hombres dependientes, sumisos obedientes y mendigantes. Esa no es la base necesaria para construir una Venezuela generadora de bienestar y felicidad.

Todo lo contrario. Es la construcción de una rémora, de un peso gigantesco que la sociedad deberá arrastrar.   Es arrancarle a la sociedad la energía de millones de personas que renuncian, en la práctica, a construir sus proyectos a cambio de “recibir”.   Es la renuncia a organizarse  para crear soluciones esperando recibirlas pasivamente.

Esa no es la esencia de nuestra cultura en Venezuela. Basta ver a millones de venezolanos madrugando en condiciones precarias para cumplir con su trabajo. Basta ver a los trabajadores por cuenta propia, a los informales, a las cooperativas solidas, que son una muestra permanente de la energía básica que estamos desperdiciando cuando la sometemos y la subordinamos. Pensemos en los horarios en el trabajo por cuenta propia. Valoremos el emprendimiento familiar, su creatividad, su sentido mercadotécnico, su compromiso con lo que hacen. Ahí está un potencial enorme de nuestra cultura.

El "dar" como práctica es un robo gigantesco de esa energía social para fines de conservar o conquistar un poder que irónicamente dice o invita a participar y a construir.

Esa cultura es incompatible con la Venezuela que muchos soñamos y nos comprometemos a construir

Sin duda algún lector nos preguntará si nuestra posición es eliminar las políticas sociales. O la de no luchar por los derechos que tenemos como ciudadanos.

Un rotundo NO.   No es esa nuestra posición.   Al contrario. Queremos una Venezuela inundada de bienestar.

Pero el tema está en la concepción de la relación que se debe tener con lo social y la visión de la sociedad que queremos. Cuando la cultura que predomine es la de un Estado que lo hace todo estamos frente a la castrante cultura del “dar” y de la generación de un pueblo subordinado al poder del Estado que da, en sus instituciones y empresas.

Por otra parte, cuando la cultura de una sociedad se sustenta fundamentalmente en la subordinación de la economía al capital, también requiere de esa política del "dar". Se requiere para compensar las desigualdades que genera este tipo de sociedades. También, porque necesitan de la cultura de la subordinación en sus unidades económicas y sociales organizadas baja formas de dependencia.

En ambas visiones de la sociedad, el “dar” como política es una necesidad para subordinar.

La cultura que impulsamos y con la que nos comprometemos es la cultura de la participación y la solidaridad para enfrentar los problemas sociales.

Tenemos ejemplos contundentes de que eso es posible en Venezuela por los hechos que se desarrollan en muestra patria y también en otros países latinoamericanos.

¿Que tal si el problema de la vivienda lo enfrentamos como los uruguayos? Hoy más de 20.000 familias uruguayas, en Montevideo, con apoyo legislativo, técnico y financiero del estado, han diseñado, construido sus urbanizaciones y casas por ayuda mutua, trabajando todos los que las van a habitar en su proceso de diseño, construcción y mantenimiento.

¿Qué tal si el problema de la alimentación lo enfrentamos como CECOSESOLA en Lara, como Florencia en el Táchira, como Consumo Paraguaná, en dónde los propios consumidores y productores organizados logran en forma sustentable el triple milagro de pagar mucho mejor el trabajo y a los productores y a la vez vender mucho más barato. Casi cien mil venezolanos lo logran todos los días.

¿Qué tal si el financiamiento, los créditos, se logran con la administración de los propios ahorristas de sus fondos de ahorro? Es el caso en más de 400 cooperativas en todo el país en las que se concentran los ahorros de más de 600.000 venezolanos.

¿Qué tal si las empresas compartieran sus resultados, sus ingresos, mediante alianza con sus trabajadores para gestionar y participar? Es el caso de CATERPILLAR de Venezuela que ha consolidado este tipo de relación con más de 1.000 trabajadores organizados en cooperativas. Cuentan, para desarrollar esta modalidad, con la base legal para procesos de cogestión establecidas en la Constitución en la Ley Especial de Cooperativas.

¿Qué tal si el trabajo se asocia para prestar servicios profesionales y técnicos? Así lo hacen contadores, auditores, artistas, maestros, taxistas, moto taxistas, educadores, vigilantes, trabajadores de comida, herreros, plomeros, carpinteros, mensajeros y muchos otros de profesiones y oficios. El trabajo asociado también tiene respaldo constitucional y respaldo en leyes especiales.

¿Qué tal si la salud fuese atendida en organizaciones de sus potenciales usuarios? América Latina y Venezuela tienen muchísimos ejemplos de la atención en salud en forma solidaria. Redes de médicos, enfermeros y paramédicos. Unidades de salud gestionadas por las comunidades. Cooperativas de salud. Integración de pacientes y las personas especializadas en el tema gestionando en conjunto.

Podríamos hacer una lista casi infinita de necesidades resueltas por comunidades organizadas.

La mejor política social es reconocer, respetar y darle respaldo a la organización de las comunidades, a la Economía de la Solidaridad, a todas las formas de construcción colectiva de soluciones.

Es clave reconocer la existencia real e importante de las soluciones comunitarias. Es clave encontrar en ellas una política de relación entre el Estado y lo Social en dónde no se trata de “dar” sino apoyar los esfuerzos que la comunidad construye. Es soltar las amarras de la energía social realizada en colectivo. En lo económico es reconocer que es primordial apoyar el desarrollo de otra economía de carácter solidario y estimular la autónoma y organizada participación de las comunidades en la construcción solidaria de las soluciones a los problemas.

El “dar” quedaría para aquellas situaciones humanas de especial debilidad, de grupos vulnerables.

La política social entonces será coherente con la visión de una sociedad realmente participativa y protagónica como lo establecimos en nuestra Constitución.

 

 

Hechos y Experiencias de la Economía Solidaria

CECOSESOLA

Sin directivos, gerentes, supervisores, sin ni siquiera cargos, cerca de 80 organizaciones comunitarias, 700 trabajadores asociados, mil productores asociados y unidades de producción comunitaria se integran para atenderse y atender a 120.000 consumidores con  más de 180 millones de dólares de facturación anual. Es la mayor organización comunitaria de distribución de bienes y servicios en Venezuela.

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